Cualquier mamífero que se lame una zona donde ha recibido un golpe, comprende instintivamente que al aumentar la irrigación sanguínea, disminuye el dolor. Ésta aceleración del torrente sanguíneo, combinada con la presión directa de la lengua, dispersa por todo el cuerpo las acumulaciones de toxinas estancadas.
Todo esto quedó demostrado hace un siglo en un experinmento efectuado con dos conejos a los que